miércoles, 24 de octubre de 2018

Ausencias

La costumbre conduce a la saciedad de tal manera que creemos que la voluntad social durará para siempre, porque siempre estará ahí ese tipo capaz de ponernos en el asombro, porque siempre estará ahí ese talento que conseguirá hacernos saltar de nuestros asientos. Cuando el tiempo pasa y los ídolos se marchan, es cuando somos conscientes de que lo que creíamos costumbre era tan sólo un maravilloso ciclo que, como todos, termina perdiéndose en las entrañas del pasado.

Tanto habíamos hablado, en los pronósticos de preaviso, del primer clásico sin Cristiano en las últimas diez temporadas que, al final, por las vicisitudes del juego y la causalística del destino, terminaremos asistiendo a un clásico sin Cristiano y sin Messi. Hablar de ausencias, muchas veces, conduce al camino fácil de la excusa. No podemos extrapolar este caso al de las pérdidas sencillas, pues hablamos, sin ninguna duda, de los dos jugadores más influyentes de lo que llevamos de siglo.

Cristiano le aportó al Madrid en gol con mayúsculas, pero, sobre todo, le aportó una dosis de competitividad sobre la que cimentó muchos de sus grandes éxitos. El tipo fue creciendo desde la expectativa y terminó convirtiéndose en la pieza angular donde se cimentaban los proyectos, porque en sus pies estaba siempre el remedio contra el fuego. En un Madrid monocromático de otoños fríos e inviernos desoladores, siempre aparecía el mago de la primavera para sacar los conejos de sus chisteras. De sus goles surgió la fortuna de un equipo que no se cansó de ganar a lo grande.

Messi, más que el gol, le aportó al Barça el alma. El chico de cubría el frente de ataque en sus primeros años, hubo de reciclar su juego y, además de hacer de él mismo, hubo de obligarse a hacer de Messi e incluso de Iniesta. Su radio de influencia se hizo más grande y consiguió que el equipo terminase dependiendo exclusivamente de él; porque él no sólo ponía el juego, sino que también ponía el gol. De esta manera, cualquier mal partido de Messi, terminaba con el Barça en la lona y cualquier ausencia terminaba convirtiéndose en un drama incluso antes de llamar a la esperanza.

Y así andan las aficiones a cuatro días de su partido más importante. Unos, desangelados por la falta de gol y otros desesperanzados por la falta de su líder. Más allá de las percepciones, deberíamos cerrar los ojos e intentar simular un partido. No saldrá como imaginamos porque al final entran en juego mil conceptos y, sobre todo, el talento individual. Dicen que el Madrid está depresivo. Puede ser cierto. Pero si en algún momento puede ser capaz de recuperar su estima es enfrentándose a su gran rival contando con la ausencia del único futbolista capaz de hacerle sentirse superior.

No hay comentarios: